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Valores y crisis, crisis y valores.

Una de las frases más repetidas desde 2008 es que, más allá de una crisis económica, estamos ante una crisis de valores. Lejos de ser una coletilla muy adecuada para conferenciantes tiene un fondo que no podemos ignorar, y sin embargo, lo estamos ignorando.

¿Qué valores están en crisis? Hemos oído de todo. Lo ha mencionado la Iglesia, refiriéndose a los “valores” por los que salió a la calle en la primera legislatura de Zapatero. Lo ha mencionado el progresismo, refiriéndose a la supremacía de la economía financiera sobre la economía real.  Sin embargo hay que superar estas concreciones. Concretar es peligroso hablando de valores porque se cae rápidamente en la intolerancia y en la imposición.

Dos pilares de la sociedad occidental se han corroído en estos años. El primero es el derecho y deber de rebelión. Extraemos de aquella primera Declaración de los Derechos Humanos elaborada en 1793 en el contexto de la Revolución Francesa lo siguiente:

Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo la insurreción es para el pueblo, y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes.

Este punto, como derecho por parte del poder y especialmente como deber por parte del pueblo, ha sido especialmente ignorado. La batalla mediática hace ya tiempo que la ganaron quienes apuestan desde los sillones del poder global por el llamado Nuevo Orden Mundial. En un tiempo en el que los medios de comunicación crean corriente de opinión y no al revés, el pueblo ha olvidado el deber que se dio en su primer reconocimiento como ser con derechos inalienables.

Y qué decir de la defensa de este derecho. En nuestro propio país ya ha sido criminalizada la resistencia pasiva después de los sucesivos globos sonda lanzados por el Ministro del Interior sobre la próxima reforma de las leyes que regulan las concentraciones y manifestaciones. Diversas reformas en este sentido se han tomado en países tan dispares como Rusia o Canadá.

Vemos sin indignarnos cómo se desprestigia todo tipo de resistencia y rebelión. Los indignados son acusados de ocupar plazas. Los mineros son rápidamente denostados por el uso de las armas que les quedan. Y somos nosotros mismos los que primamos reflexiones secundarias sobre las formas olvidando el contenido que lleva a alguien a sentarse en una plaza o en encender una barricada. El icónico valor del pacifismo impuesto, lleno de palomas y ramitas de olivo, ha sustituido sin ningún tipo de reflexión al derecho y deber de rebelión.

El segundo valor es la igualdad de oportunidades, cada vez más esquilmada por la austeridad. El que era el objetivo del Estado del Bienestar se desvanece. Un ejemplo claro y cercano son las tasas universitarias (de las que ya hablamos largo y tendido durante la huelga del 22M), con una subida que hace inviable a muchas familias acceder a la educación superior. Un acceso del que sí disfrutaron nuestros padres y que ha sido una de las claves de la movilidad social entre clases: de entornos rurales y empobrecidos a la creación de una clase media que como bien se ha demostrado a lo largo de la Historia, es la que garantiza la conservación de los sistemas democráticos.

Se habla sin escándalo de cambiar la tributación progresiva (impuestos sobre el trabajo en función de lo que ganas) por tributación indirecta que trata a todos por igual independientemente de su capacidad económica (aquí tenemos la subida del IVA recién salida del horno), se habla de repago médico y farmaceútico sin una contestación generalizada. Es especialmente alarmante que aceptemos burradas, como gastos superiores a los 100.000€ en retratos de ex-cargos políticos, mientras nos retiran derechos que aseguraban la maltratada igualdad de oportunidades.

Esta ha sido el pretendido pilar de la UE y se nos ha perdido en un mar de beneficios a las instituciones financieras y el olvido de dónde están las raíces de los problemas económicos que asolan al continente.

Pero hay muchos valores, quizá más cotidianos, que también se pierden. El valor de la vida en la calle, que ahora nos vuelve a parecer sucia, ruidosa e indeseable. Pronto estableceremos toques de queda, y pronto la moda volverá a ser tener la piel blanca, porque significará no salir a la calle y de este modo no encontrarse al diferente. La vida volcada al exterior tenía una ventaja increíble para la sociedad, y es el encuentro entre distintas capas sociales sin quererlo. Eso es sano para una comunidad porque pone en contacto problemas de capas distintas y permeabiliza más las relaciones.

La alimentación saludable, la cultura del esfuerzo, el trueque que va muriendo en nuestro país con la despoblación del medio rural, la hospitalidad,… La lista es tenebrosa.

Por ello es urgente que todos nos concienciemos y nos armemos de fuerza para resistir los embates de unos tiempos en los que se pretende buscar la rentabilidad económica de todo para beneficiar a una parte mínima de la población. Necesitamos de un bálsamo, de un proceso de deslobotomización que solo puede ser llevado a cabo por cada uno de nosotros en familia, en amigos, en las conversaciones de ascensor, en las cafeterías. Dar la chapa por el bienestar de todos y de los que vengan en el presente y en el futuro.

@burriplace

Acerca de Burri

Estudiante de Ingeniería de Caminos para dedicarme algún día a la movilidad y planificación urbana. Mientras, involucrado en intentar contar y cambiar las cosas. El bien común, la democracia abierta y la educación crítica vencerán pronto.

Comentarios

Un comentario en “Valores y crisis, crisis y valores.

  1. «Pronto estableceremos toques de queda, y pronto la moda volverá a ser tener la piel blanca…»

    Sinceramente genial

    Publicado por Anonimo | 12 de julio de 2012, 18:20

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